La Guerra Fría de los Dos Mundos: La Carrera hacia Marte (Parte 5)

En la Tierra, la preocupación por el descubrimiento del Arca había crecido exponencialmente. Los líderes terrestres, encabezados por la Presidenta Amara D’Souza, continuaban debatiendo en reuniones de emergencia cómo actuar ante esta nueva amenaza. Las discusiones eran intensas y las opiniones divididas, pero todos coincidían en la gravedad de la situación.

Mientras tanto, en la Luna, la General Irina Volkov y el Comandante Viktor Orlov preparaban un anuncio que cambiaría el curso de la historia. En una rueda de prensa transmitida a ambos mundos, Volkov, con su habitual compostura y autoridad, tomó la palabra.

—Ciudadanos de Lunaris y de la Tierra —comenzó Volkov—, es un honor para nosotros anunciar que nuestra nave, conocida como El Arca, partirá rumbo a Marte dentro de siete días. Aprovecharemos la ventana actual para llegar al planeta rojo y reclamar nuestra soberanía sobre él.

Orlov, siempre calculador, añadió:

—Esta misión representa un nuevo capítulo en la exploración espacial y el futuro de nuestra especie. Marte será una nueva frontera donde los lunares podrán prosperar y desarrollar su sociedad.

La noticia se extendió rápidamente, causando un terremoto político y social en la Tierra. El miedo a que los lunares llegaran primero a Marte y lo colonizaran, reclamando su soberanía, se convirtió en la principal preocupación de los líderes terrestres. Estratégicamente, perder Marte significaría una pérdida catastrófica de control sobre los lunares. La proximidad de la Luna había permitido a la Tierra mantener una ventaja relativa, pero Marte era un territorio completamente diferente.

En una reunión de emergencia en la sede de TerraCorp, Alexander Hawke, Nathaniel Drake, la Presidenta Amara D’Souza y el Director James Weston se encontraban en un estado de frenesí.

—No podemos permitir que lleguen primero a Marte —declaró Hawke, su voz firme y decidida—. Si lo hacen, perderemos cualquier control sobre los lunares. Necesitamos actuar y rápido.

D’Souza asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Aunque la tecnología de la Tierra no estaba al nivel del Arca, no podían permitirse el lujo de quedarse atrás.

—Necesitamos una solución, y la necesitamos ahora —dijo la Presidenta, su mirada fija en Weston—. ¿Qué opciones tenemos?

Weston, siempre el estratega, respondió:

—Podemos intentar adaptar nuestras actuales naves espaciales para un viaje de esa magnitud. Será un desafío, pero no imposible. TerraCorp tiene los recursos y el conocimiento necesario para realizar las modificaciones rápidamente.

Drake, analizando los datos en una pantalla holográfica, añadió:

—Podemos usar nuestras naves de carga pesada y equiparlas con propulsores nucleares similares a los del Arca. No serán tan avanzadas, pero pueden hacer el trabajo si actuamos con rapidez.

La decisión fue unánime. En cuestión de horas, TerraCorp movilizó a sus mejores ingenieros y científicos para comenzar las modificaciones necesarias. Las instalaciones de construcción en la Tierra se convirtieron en un hervidero de actividad frenética, con todos trabajando contrarreloj.

Mientras los equipos terrestres trabajaban día y noche, la tensión en la Tierra era palpable. Las noticias sobre el Arca y la misión lunar a Marte estaban en todas las pantallas, y la población seguía cada desarrollo con un nerviosismo creciente.

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