La Guerra Fría de los Dos Mundos: Escalada de Tensión (Parte 6)

Ante el descubrimiento del Arca, la Tierra se sumió en una preocupación constante. Los líderes terrestres, encabezados por la Presidenta Amara D’Souza, debatían incansablemente sobre cómo responder a la amenaza. Con el temor de perder el control sobre los lunares si estos lograban colonizar Marte, se decidió adoptar una postura más agresiva.

—Debemos hacerles entender que no permitiremos que viajen a Marte en esta ventana —declaró Alexander Hawke, el magnate de TerraCorp, en una reunión de emergencia—. Necesitamos ganar tiempo.

Nathaniel Drake, siempre el estratega, asintió con firmeza.

—Podemos aumentar la presión militar y económica sobre la Luna. Si sienten que sus recursos están en peligro, podrían reconsiderar su misión.

La Presidenta D’Souza, con su característico carisma y determinación, aprobó la propuesta.

—Haremos saber a la Luna que habrá consecuencias serias si intentan llegar a Marte antes que nosotros —dijo con autoridad—. No podemos permitir que nos superen.

Con la decisión tomada, varias naves terrestres fueron desplegadas en una maniobra arriesgada. Estas naves ingresaron en el espacio aéreo lunar, acercándose lo más posible al Arca. La intención era clara: amedrentar a los lunares y calibrar su respuesta.

Desde la base militar en Lunaris, el General Irina Volkov y el Comandante Viktor Orlov monitoreaban la situación con creciente alarma.

—General, varias naves terrestres están entrando en nuestro espacio —informó un oficial de comunicaciones—. Se están acercando al Arca.

Volkov, siempre la estratega fría y calculadora, respondió con rapidez.

—Envía nuestras naves militares al encuentro. No permitiremos que interfieran con nuestra misión.

Las naves lunares, armadas con la última tecnología militar, se dirigieron rápidamente hacia las naves terrestres. En el espacio vacío entre ambos mundos, se encontraron cara a cara, apuntándose mutuamente con sus cañones. La tensión era palpable, con cada bando esperando el primer movimiento del otro.

A bordo de una de las naves terrestres, el Capitán Ryan Hastings observaba con atención las pantallas de radar y las imágenes de las naves lunares acercándose.

—Están enviando una advertencia —informó su oficial de comunicaciones—. Dicen que estamos en su espacio aéreo y que debemos retirarnos inmediatamente o seremos disparados.

Hastings, un veterano de muchas misiones, sabía que la situación era crítica.

—Mantengan la formación —ordenó—. No abriremos fuego a menos que nos disparen primero.

Mientras tanto, en la Luna, Volkov daba instrucciones precisas a sus pilotos.

—Apunten pero no disparen —dijo—. Queremos mostrarles que estamos preparados para defendernos, pero no iniciar una guerra… aún.

En medio de esta creciente tensión, Lina y Marco, los dos miembros clave del consejo de paz, intentaron intervenir a través de mensajes a sus respectivas sociedades. Marco, con su calmada y analítica personalidad, apareció en una transmisión en vivo desde su oficina en Nueva Lisboa.

—Ciudadanos de la Tierra, la escalada de hostilidades no nos llevará a ninguna parte. Necesitamos encontrar una solución pacífica y dialogar con nuestros hermanos lunares. La guerra solo traerá destrucción para ambos mundos.

Simultáneamente, Lina, transmitiendo desde un estudio en Lunaris, hizo un llamamiento similar.

—Habitantes de la Luna, debemos considerar el diálogo como nuestra primera opción. La confrontación con la Tierra no es la respuesta. Debemos trabajar juntos para asegurar un futuro para todos.

A pesar de sus esfuerzos, sus peticiones públicas fueron prácticamente ignoradas por los líderes de ambas sociedades. La Presidenta D’Souza y La General Volkov, enfocados en sus propios objetivos estratégicos, se mantuvieron firmes en sus acciones. Cada uno estaba convencido de la justicia de su causa y decidido a no ceder.

En el espacio cercano a la Luna, la situación seguía deteriorándose. Las naves terrestres y lunares flotaban en una tensa confrontación, con los pilotos nerviosos y listos para actuar. Cualquier error, cualquier malentendido, podría desencadenar una batalla espacial sin precedentes.

La Presidenta D’Souza, observando la situación desde el centro de comando en la Tierra, sabía que la paz pendía de un hilo. Pero retirarse significaba mostrar debilidad, y eso era algo que no podía permitirse.

Del mismo modo, en Lunaris, Volkov observaba las pantallas con una mezcla de determinación y preocupación. Había llegado demasiado lejos para echarse atrás ahora. El Arca debía partir hacia Marte, y no permitiría que la Tierra interfiriera.

Así, ambos mundos se encontraron al borde de una guerra total, con Lina y Marco como voces solitarias en el desierto, clamando por la paz. La carrera hacia Marte se había convertido en una peligrosa partida de ajedrez, con cada movimiento cuidadosamente calculado y cada decisión cargada de consecuencias potencialmente devastadoras.

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