La Torre Neutral (parte 4)

Elías y Lía, después de su primer encuentro prohibido, no podían esperar para verse de nuevo. La conexión que habían sentido era tan fuerte que el riesgo parecía valer la pena. Se encontraron una vez más en la cabaña escondida, y tras disfrutar nuevamente de la intimidad y el placer de estar juntos, comenzaron a susurrar ideas y planes mientras yacían desnudos en el suelo, abrazados y acariciándose.

“Debe haber una manera de cambiar esto,” dijo Lía, su voz suave pero determinada. “De acercar nuestras sociedades. Tal vez no podamos unirlas completamente, pero podemos hacer que se conozcan, que se entiendan.”

Elías, inspirado por su pasión y convicción, asintió. “Podemos comenzar con pequeñas aperturas. Algo que no genere sospechas, pero que poco a poco construya puentes.”

Así, diseñaron un plan ingenioso. La primera fase sería crear reuniones entre individuos seleccionados de ambas sociedades, escogidos por sus logros científicos, culturales y de cualquier otro tipo. Estos encuentros permitirían a hombres y mujeres hablar cara a cara sobre sus descubrimientos, logros y aspiraciones.

Al principio, las reuniones fueron meticulosas y clandestinas, organizadas en lugares neutrales y vigilados discretamente para evitar levantar sospechas. Los miembros de ambas sociedades se miraban con desconfianza, pero la curiosidad y el deseo de aprender prevalecieron.

Con el tiempo, estos encuentros dieron paso a una segunda fase: reuniones sociales más relajadas, casi como fiestas, donde hombres y mujeres podían hablar libremente y disfrutar de un ambiente distendido. Al principio, las reuniones estaban repletas de desconfianza, pero lentamente, paso a paso, el ambiente se volvió más relajado y amistoso.

Durante estas fiestas, nadie notaba al principio que varias personas desaparecían por una o dos horas, solo para volver con una mirada esquiva y algo avergonzada. El secreto pronto se convirtió en un secreto a voces: aquellos que desaparecían se entregaban al placer carnal, al puro disfrute del cuerpo ajeno de alguien del sexo opuesto. Esto añadió una capa de complicidad y comprensión mutua que no había existido antes.

La confianza entre los géneros fue creciendo. Las reuniones se hicieron más comunes y numerosas, y cada vez más personas empezaron a cuestionar las antiguas enseñanzas de odio y desconfianza. Finalmente, la situación alcanzó un punto crítico: había suficiente apoyo en ambas sociedades para considerar un cambio más permanente.

Así, se estableció un modelo de “un país, dos estados”. En este nuevo sistema, cualquier persona podía moverse libremente por cualquier parte del planeta, aunque cada sexo seguía rigiéndose por sus propias normas, cultura y leyes. Para los conflictos entre sexos, se creó un consejo conjunto, liderado por dos figuras históricas: Axel Norén, el líder de los hombres, y Seraphina Orellana, la líder de las mujeres. Juntos, regularon las relaciones intersexuales y garantizaron un marco de convivencia pacífica.

El comercio floreció, los avances científicos y culturales se compartieron, y ambos bandos vieron un progreso extremadamente rápido en comparación con los dos siglos anteriores. Los antiguos prejuicios comenzaron a desvanecerse, reemplazados por una nueva era de cooperación y entendimiento.

Así es como, después de 200 años de fría y desconfiada separación y guerra, Elías y Lía, junto con muchos otros valientes pioneros, lograron romper las barreras y unir fuerzas por el bien de ambos sexos. La humanidad, por fin, avanzaba junta hacia un futuro prometedor y lleno de esperanza.

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