La Torre Neutral (parte 3)

El riesgo era inmenso. La ley era clara y severa: cualquier contacto con el sexo opuesto sin permiso expreso estaba estrictamente prohibido. Pero Elías y Lía no podían ignorar la atracción inexplicable que sentían desde su encuentro en la Torre Neutral. La nota que Lía le había dejado a Elías era una tentación irresistible.

Se encontraron en el lugar acordado, una pequeña cabaña escondida en un bosque que bordeaba el territorio neutral. Cuando sus miradas se cruzaron, sus corazones latieron con una fuerza arrolladora. La emoción y la ilegalidad de la situación se mezclaban, generando una adrenalina casi palpable.

“Gracias por venir,” dijo Lía, su voz suave pero firme. Elías asintió, sin saber exactamente por qué había aceptado la invitación.

Lía, con su pasión por la historia y la convicción de que el mundo sería mejor si ambos sexos convivieran, comenzó a hablar. “Es absurdo vivir así, separados. Desde pequeña he leído sobre cómo solían ser las cosas, y creo que estar juntos es la verdadera manera de avanzar.”

Elías, rígido en su pensamiento, se sorprendió por su audacia. “Eso es una locura. No sé ni por qué he venido,” dijo, dando un paso hacia atrás. La desconfianza y las enseñanzas de su sociedad lo habían preparado para rechazar cualquier cosa que viniera del sur.

Lía, sin embargo, estaba preparada para su resistencia. Con una calma bondadosa y una sonrisa suave, insistió. “Las acciones individuales importan más que cualquier doctrina impuesta. Yo no creo en el odio que nos enseñaron. Creo en lo que hacemos y en cómo nos tratamos.”

Elías aún se resistía a escucharla. “Nos han enseñado que vosotras sois malvadas,” dijo, pero sus palabras sonaban menos convencidas con cada segundo que pasaba.

Lía decidió tomar un enfoque diferente. Se acercó lentamente, su dedo jugueteando en el pecho de Elías, acercando su rostro al de él hasta que sus bocas estuvieron a escasos centímetros. Susurrando de manera sensual, probó la resistencia de Elías. La proximidad física y el toque suave hicieron que Elías comenzara a olvidar sus dudas. Nunca había sentido algo así y la atracción era demasiado fuerte para ignorarla.

Pronto, se encontraron despojados de sus ropas, disfrutando de la sensación de sus cuerpos desnudos. La pasión se desbordó, y el mundo exterior dejó de existir. Era la primera vez que experimentaban algo así fuera de la fría sala de la Torre Neutral. En ese momento, no eran dos representantes de sociedades enemigas; eran simplemente un hombre y una mujer explorando una conexión profunda y prohibida.

Cuando la intensidad amainó, quedaron tumbados, con las piernas entrelazadas. Reanudaron la conversación, esta vez en susurros entre besos suaves.

“Quizás tengas razón,” murmuró Elías, aún reticente pero ya menos convencido de la maldad inherente que se le había enseñado a temer. “No pareces malvada.”

Lía sonrió y le acarició el rostro. “Porque no lo soy. Ni tú tampoco.”

Elías sintió una conexión que nunca había imaginado posible. Había empezado a preocuparse por el bienestar de Lía, algo que desafiaba todo lo que le habían enseñado.

La historia se interrumpió allí, con Elías y Lía tumbados juntos, prometiendo continuar su conversación en otro momento. Algo había cambiado. Elías, menos reticente, empezaba a sentir una conexión genuina con Lía. Se habían contado historias de maldad, pero en ese momento, lo único que veía era a una mujer que deseaba un mundo mejor, y por primera vez, empezó a creer que tal vez, solo tal vez, ella tenía razón.

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