La Torre Neutral (parte 2)

La puerta se cerró tras ellos con un suave zumbido, dejándolos solos en la sala de procreación. Elías y Lía, inmersos en su nerviosismo, apenas se atrevían a mirarse directamente. La frialdad de la habitación parecía intensificar el pulso acelerado de ambos. De repente, una voz neutra, imposible de determinar su sexo, resonó en la sala.

“Bienvenidos. Como es su primera vez, les guiaré en el proceso. Aunque ambos han sido preparados desde jóvenes, es natural sentirse nerviosos.”

Elías y Lía asintieron ligeramente, sus miradas todavía evitando encontrarse plenamente. La voz continuó, sin emoción alguna.

“Este acto es natural y necesario para la sociedad. Para que funcione correctamente, es importante que ambos se sientan cómodos. Comencemos. Lía, por favor, desnúdate.”

El rostro de Lía enrojeció intensamente. Respiró hondo y, con manos temblorosas, comenzó a quitarse la ropa. Sabía que no tenía opción. Cuando finalmente estuvo desnuda, se sintió vulnerable, su vergüenza casi palpable en el aire frío de la sala.

“Elías, ahora Lía te quitará la ropa. Y mientras lo hace, debes tocar su cuerpo. Es importante establecer una conexión física.”

Elías tragó saliva, su propio nerviosismo reflejado en sus ojos. Lía, aún sonrojada, se acercó a él y empezó a desabotonar su camisa. Sus manos eran torpes, pero Elías, siguiendo las instrucciones, comenzó a tocarla con suavidad. Sentía su piel caliente bajo sus dedos, un contraste con la frialdad de la habitación.

“Bien. Lía, ahora túmbate y relájate.”

Lía se tumbó en la cama preparada, su cuerpo tenso pero tratando de obedecer las instrucciones. Elías, lleno de una mezcla de vergüenza y excitación, se preparó para lo que debía hacer. Se acercó a ella, sus ojos encontrando los de Lía. En sus miradas, había una petición silenciosa de permiso y comprensión. Lía asintió ligeramente, resignada pero dispuesta a cumplir con su deber.

El acto que siguió fue torpe y lleno de nerviosismo, pero también con un inesperado destello de conexión. Cada vez que sus miradas se cruzaban, algo inexplicable y eléctrico pasaba entre ellos, algo que ni la lógica ni la preparación podían explicar.

Finalmente, una luz verde se encendió en la sala, indicando que los supervisores daban el visto bueno. Elías y Lía se vistieron rápidamente, tratando de recuperar una compostura que sentían haber perdido. Antes de que se separaran, Lía rompió la norma no escrita y abrazó a Elías. Él, sorprendido, la rodeó con sus brazos, sintiendo por primera vez una conexión genuina más allá del deber.

Cuando Elías salió de la sala, se sentía relajado y, por qué no decirlo, satisfecho. Al meter la mano en el bolsillo, sintió algo extraño. Sacó una pequeña nota. En ella, sólo había una fecha, un lugar y una hora, acompañadas por una única palabra: “Por favor.”

Elías sonrió ligeramente, guardando la nota con cuidado. El destino les había unido de una manera inesperada, y ahora, había un nuevo capítulo por escribir.

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