Los días en el Desfiladero del Guardián transcurrieron con una quietud reflexiva, cada uno meditando sobre las palabras de Lia. Theron, cuyo corazón latía con fuerza por Althea y Dione, dos mujeres cuya belleza y valentía igualaban su indecisión, decidió que era momento de actuar. Su insistencia no era capricho, sino un anhelo profundo de cercanía y conexión.
Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras las montañas, Theron las encontró a la orilla del río y, con voz temblorosa pero sincera, les reveló sus sentimientos. Althea y Dione, sorprendidas y al principio reacias, rechazaron amablemente su propuesta, dejando a Theron sumido en la tristeza.
Sin embargo, el destino tenía otros planes. Observando a Theron en su soledad, Althea y Dione sintieron una compasión que superaba su inicial resistencia. Decidieron buscarlo en su refugio secreto, un claro junto a la cascada, donde Theron encontraba consuelo en la soledad.
Al llegar, lo invitaron a jugar, a reír, a recordar los momentos de alegría que habían compartido. La resistencia interior se desvaneció, y la complicidad que siempre habían disfrutado floreció en algo más. La posibilidad de que Lia tuviera razón, de que la vida debía continuar, se hizo palpable en la risa y el juego.
Mientras tanto, Aric y las demás mujeres, en una caminata vespertina, se toparon accidentalmente con la escena. La sorpresa inicial les instó a retirarse, pero la curiosidad humana, ese anhelo de conexión, los mantuvo en su lugar. Un ruido inadvertido los delató, y Theron, Althea y Dione los descubrieron.
Tras un instante de confusión, la vergüenza se disipó como la niebla matinal. En este mundo desolado, ¿qué había realmente que perder? Con timidez, pero con un sentido renovado de propósito, todos se unieron en un pacto silencioso. Juntos, decidieron que ayudarían a la humanidad a sobrevivir, a prosperar, a encontrar la luz en la oscuridad.
Y así, en el Desfiladero del Guardián, comenzó un nuevo capítulo para los últimos habitantes de la Tierra. Un capítulo de esperanza, de vida y de amor, escrito no solo por la necesidad de supervivencia, sino también por el deseo de vivir plenamente, de experimentar la alegría y la conexión en un mundo que aún podía ser sanado.