El Dilema del Científico (parte 2)

La luna bañaba el faro de Cabo Mayor con su luz pálida, mientras Álvaro y Elena se enfrentaban a la verdad. La revelación de Elena como la asesina había desgarrado el tejido de su amor, dejando a Álvaro en un abismo de dudas y dolor.

“Álvaro, mi amor por ti es lo único real en esta farsa”, confesó Elena, con lágrimas corriendo por sus mejillas. “Pero no puedo escapar de lo que he hecho. He perseguido la justicia a mi manera, y ahora debo enfrentar las consecuencias.”

Álvaro, con la evidencia en una mano y el corazón en la otra, sabía que no había escapatoria. El deber y la moral lo obligaban a actuar, pero cada fibra de su ser se resistía a traicionar a la mujer que amaba.

En un último acto de desesperación, Elena tomó la decisión por él. Se alejó hacia el borde del acantilado, susurrando un adiós que se perdía en el viento. “Recuérdame como la mujer que amaste, no como la monstruosidad que me he convertido”, dijo antes de desaparecer en la oscuridad del mar.

Álvaro cayó de rodillas, gritando su nombre en vano. El faro, que una vez fue un símbolo de guía y esperanza, ahora se erigía como un monumento a la tragedia y al sacrificio. La historia de amor entre un científico y una inspectora terminó no con un nuevo comienzo, sino con un final que nadie, ni siquiera ellos, podría haber previsto.

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