Mientras Thor desataba tormentas en la Tierra, otro ser de leyenda se agitaba en su prisión celestial. Anubis, el dios egipcio de la muerte, con cabeza de chacal y corazón tan oscuro como el abismo, sentía el cambio en el equilibrio del cosmos. La fuga de Thor había debilitado las barreras que lo retenían, y con astucia y sigilo, Anubis encontró su camino hacia la libertad.
Su llegada a la Tierra fue silenciosa, un susurro en comparación con el estruendo de Thor. Anubis se movía entre las sombras de una sociedad que había relegado a los dioses a los mitos. Observaba, con ojos brillantes, cómo los humanos se aferraban a la vida, ignorantes de la presencia de un dios que había gobernado sobre la muerte misma.
Anubis no buscaba adoración; él anhelaba el orden que había mantenido en el inframundo. Veía en la humanidad del siglo XXII un desafío, una civilización que había desafiado la muerte con su tecnología, prolongando la vida más allá de lo que él consideraba natural.
En las calles, las personas comenzaron a reportar avistamientos de una figura espectral, y aquellos que se cruzaban con su mirada sentían un escalofrío que les recorría el alma. Anubis, en su nuevo reino, comenzó a tejer una red de influencia, manipulando a los líderes y poderosos desde las sombras.
La llegada de Anubis no pasó desapercibida para aquellos que habían aceptado a Thor. Se dieron cuenta de que los dioses antiguos estaban emergiendo uno tras otro, y que cada uno traería consigo desafíos únicos. Se formó una alianza de humanos y dioses, decididos a encontrar un equilibrio entre el antiguo poder y el nuevo mundo.
La historia de Anubis es una de intriga y misterio, un relato que se entrelaza con la de Thor, pero que lleva consigo su propia oscuridad. Juntos, estos relatos forman un tapiz de mitos renacidos, una saga de fantasía que continúa desplegándose en un mundo que ya no es solo humano, sino un campo de batalla para los deseos de los dioses antiguos y la voluntad de la humanidad por mantener su libertad y su futuro.