La devastación se cernía sobre el mundo. China, mermada por los ataques, perdía terreno ante los aliados. El excéntrico millonario, Alexander Van Der Meer, observaba los acontecimientos con ojos inquietos. Sabía que la historia tenía un patrón: cuando una potencia emergente amenaza con superar a la gran potencia reinante, la guerra estalla. Y esta vez no sería diferente.
En uno de los múltiples laboratorios de Vanterra, los cerebros más brillantes trabajaban incansablemente. Allí, se produjo un descubrimiento revolucionario: una membrana orgánica capaz de atrapar cualquier tipo de materia. Alexander vio en esto una oportunidad para proteger su país. En poco tiempo, cubrió todas las islas con una gigantesca cúpula compuesta por esta membrana. Era una barrera impenetrable, una última línea de defensa contra la locura nuclear que se avecinaba.
China, intuyendo su derrota, rompió su palabra y lanzó un ataque nuclear masivo contra los aliados de la OTAN. Muchos misiles fueron interceptados por sistemas antimisiles, pero otros lograron su objetivo. La respuesta no se hizo esperar: miles de misiles nucleares impactaron en todo el planeta, provocando muerte y destrucción. La radiación y las heridas de las explosiones se cobraron millones de vidas en las primeras horas, y millones más sufrirían después.
Sin embargo, en medio de ese apocalipsis, Vanterra permanecía intacta. Su cúpula orgánica y sus defensas antiaéreas demostraron su eficacia. La pequeña nación, aislada del mundo, se convirtió en un refugio seguro para su población. Alexander, desde su torre de mando, contemplaba el caos global con una mezcla de tristeza y determinación.
La humanidad había llegado al borde del abismo, pero en Vanterra, la vida continuaba. Los habitantes cultivaban sus alimentos en los niveles superiores de los rascacielos, mientras la cúpula orgánica filtraba el aire y purificaba el agua. La tecnología desarrollada en secreto permitía la autosuficiencia energética y la comunicación con el exterior sin exponerse al peligro.
Los líderes de las grandes potencias, atrapados en su propia destrucción mutua, miraban con envidia la fortaleza de Vanterra. Pero Alexander sabía que la paz era frágil. La cúpula no podía protegerlos para siempre, y la radiación se filtraba lentamente. ¿Cuánto tiempo podrían sobrevivir así?
Entonces, en medio de la desolación, surgió una esperanza. Un mensaje cifrado llegó a la torre de mando de Vanterra. Eran los aliados de la OTAN, sobrevivientes dispersos en bunkers subterráneos. Juntos, planeaban un último intento desesperado por detener la locura nuclear. La humanidad estaba al borde del abismo, pero quizás aún había una oportunidad de redención.
Alexander Van Der Meer, el excéntrico millonario que construyó su propio país, se preparó para liderar la resistencia. La cúpula orgánica protegía a su gente, pero ahora debían proteger al mundo. La historia estaba en sus manos, y él estaba dispuesto a escribir un nuevo capítulo.